Juan Pomponio es un poeta que honra a los poetas, porque vive como tal. De pocos puede decirse tal cosa. Entonces es inevitable que escriba poesía aún cuando tome la aparente forma de prosa. Krishan es pura poesía, la obra en sí es una metáfora y cada uno de sus 68 capítulos contiene un sinfín de ellas. Todo es símbolo, todo es belleza, todo es verdad. Es un libro que no admite etiqueta alguna, pues oscila permanentemente entre la ficción y la realidad, entre el mundo de los sentidos y el mundo de los sueños, entre lo corporal y lo espiritual. Somos seres bidimensionales, pero una cosa es admitirlo y otra bien distinta plasmarlo en un escrito con suma solvencia. Es además una obra que admite diversas lecturas dependiendo tan solo del grado de evolución espiritual de cada lector, de su conocimiento intelectual y de su deseo de profundización. Me explico mejor. Esta obra puede leerse superficialmente como una aventura extraordinaria de un personaje que viaja de una comarca a otra, de su Kumer natal a su deseada Zeka pasando por un mundo oscuro denominado Mundo Gris al que intenta despertar de su letargo. Aún quedándonos en esa lectura, es una obra valiosa, digna de ser llevada al cine porque tiene un sinnúmero de personajes muy pintorescos, sabios y divertidos que le salen al encuentro en su viaje y al pobre protagonista le sucede literalmente de todo, en una forma que es fácil recordar películas como Matrix o El señor de los Anillos en muchos de sus pasajes. Recuerdo haberle dicho a Juan en mi comentario tras la primer lectura rápida, hace ya muchos años, que había escrito un libro “cinematográfico” ya que su exquisito dominio de las imágenes, como excelso poeta que es, lo hace a uno vivir el viaje que está leyendo, por momentos hasta saborear sus aromas, efecto al que le presta suma dedicación. Pero la obra admite otra lectura, la de estudio profundo. A lo largo de sus páginas uno se encuentra con múltiples citas de sabios famosos de la humanidad, de escritores antiguos y contemporáneos y de otros poetas y autores profundos que pasaron desapercibidos para el gran público. El lector ávido de conocimiento, encontrará en los distintos capítulos vidas y obras valiosas para conocer, estudiar y profundizar. Y hay más todavía, la lectura más interesante de todas, que es la lectura de aprendizaje espiritual. Si uno presta atención, el Mundo Gris es nuestro mundo, los humanos grises somos todos nosotros y lo somos desde una cercanía tan evidente como un viaje en un tren que usamos todos los días. Juan Pomponio va y viene de la altura excelsa de la poesía a la historia más triste de nuestro pueblo, no le tiembla la mano para denunciar la exclusión social, la persecución política, la manipulación ideológica, el sometimiento religioso, el control del pensamiento y hasta la tan tristemente célebre, tortura y desaparición forzada de personas. No lo hace desde el lamento sino desde la esperanza, toda la obra podría definirse como un canto a la esperanza. Porque Krishan que al comienzo se nos presenta como un ser celestial, iluminado, un guerrero mítico, protegido por los magos, por cofradías secretas y por tanto muy lejano a nosotros, termina revelándonos que cada uno de nosotros podemos, es más debemos ser él. Nada más lejos de plantearnos un súper héroe sino que el poeta nos presenta un ser que busca y lucha porque tiene una meta, nada extraña por cierto, conocerse uno mismo, algo que bien podría considerarse un deber primordial. Ese camino mágico tras las letras del acróstico del mago Melkyan, es el viaje a una toma mayor de conciencia del misterio que habitamos y que nos habita a la vez, de la sacralidad del ser humano, de la importancia de sus actos y pensamientos, como de su responsabilidad por cada uno de ellos. Decía que es un canto a la esperanza, porque su planteo no es sustituir una ideología por otra, un dios por otro, sino establecer una pedagogía del amor, pues como bien se expresa, el amor es inteligencia y es posible la transformación de la sociedad a partir de la transformación individual, creciendo en respeto y amor, pero no un amor egoista y posesivo sino un amor hacia todos, hacia todo, porque todo merece ser amado, como regalo sacro que es. Leer a Krishan es un viaje maravilloso, cuanto más profunda la lectura, mayor será el provecho que se obtenga de la misma, mayor la emoción, mayor el crecimiento en conciencia y uno queda en la última página con el dulce sabor que Zeka no es una utopía, sino una posibilidad, y, lo que resulta aún más importante, que cada uno de nosotros todavía está a tiempo de despertar y seguir su propio camino de guerrero solar. – Enrique Momigliano